Siento que no puedo gritar, la garganta se me cierra de tal forma que enmudezco. Mis piernas no responden a pesar de ordenarles salir corriendo en busca de lo que temo encontrar. Ni una lágrima puedo llorar.
Vida, fuiste benévola aquella noche, sin embargo ese amargo tramo quedará tallado eternamente en mi mente y en mi ser, así como te padecerán tantos otros que no corrieron con mi misma “suerte”.
...Pero que vileza llamar suerte a algo que debiera ser un derecho adquirido...