La paz de un pueblo olvidado, una estación de trenes vacía y fantasmal.
Que pena que en este país no se tome en cuenta ese medio de transporte. Recuerdo cuando en tren se llegaba a tantos lugares bonitos.
De niña me entretenía junto a mi mamá viéndolos pasar, ella decía: Ahh ese debe ir a Bariloche! Y yo soñaba con que algún día conocería muchos lugares montada en un tren…
Se hizo realidad a la edad de 11 años cuando viajé con mis compañeras de colegio a Salta, una Provincia del Norte Argentino. Fueron 24 horas jugando con el bamboleo de ese monstruo de acero cuya magia nos hacía reír. Que manera de divertirnos cuando al desayunar se nos desparramaba el café con leche en el platito.
…Y toda la fantasía que conllevaban los viajes en tren nos fue arrebatada por algún gobierno de turno.
Hoy día, las olvidadas estaciones pueblerinas esperan pacientemente que otra vez los murmullos, las risas, los apurones, las ilusiones…vuelvan a recorrer sus andenes…y que un silbato claro y fuerte haga disparar los adioses y revolotear las manos al viento.
Pero por ahora no son más que pedazos de ladrillos con polvareda que cuando el viento asota cuentan su historia.
